"Cuestión de piel" #yomequedoencasa |
Habíamos vuelto de dejar a mi
hermano en el cementerio. Mis padres se
encerraron en la habitación, yo preferí quedarme en la ventana. Estaba segura de
que solamente los viejitos morían. Pensaba y me preguntaba una y otra vez qué había salido mal, o si tal vez estaba soñando y sólo debía esperar a
despertarme. Ver a mi hermano inmóvil y pálido fue impactante y me generó
miedo. El cura habló de algo como que el cuerpo se queda en el cajón y el alma
va al cielo.
Una vez, mi abuela me dijo que
el alma era como un fuego que nos mantenía vivos; cuanto más jóvenes fuésemos
mayor sería el fuego, y a medida que crezcamos el fuego se irá a apagando hasta
desvanecerse, y cuando se apaga se va al cielo, donde se enciende de nuevo y no
se apaga más. Ahora que lo pienso, eso no es posible ¿por qué se apaga y se
prende el fuego?
Creo que quería decirme algo
para que no tenga miedo a la muerte o bien para que la vea como algo de la
naturaleza. Una vez se murió mi perra y lloré yo sola. Mi papá la enterró en el
patio y después escuchó chistes de los hombrecitos que están adentro de la
radio. La hija de mi perra corría en el patio y jugaba como si nada hubiese
pasado. ¿Los perros saben que mueren, o son más inteligentes? Porque si mi
hermano va a estar mejor, deberíamos estar festejando. No lloramos cuando pasan
cosas buenas.
Al final, los grandes siempre
dicen una cosa y hacen otra. Son un misterio, como los hombrecitos adentro de
la radio… o como la muerte. (Martín)
Vuelvo
La plaza. Mi banco. ¡Cuánto
tiempo sin verlos! Mi vida viajera me llevó a muchos lugares pero siempre
vuelvo a ellos. El marco otoñal de los árboles me acuna; algún trino me
arrulla; las campanas de la iglesia me despiertan.
No me importa estar sola. Mis
recuerdos, mi sombra me acompañan. En la vereda de los juegos hay silencio. No
hay niños, no hay padres, no hay mascotas, no está el pochoclero. Pasa un auto,
un señor que debe venir del trabajo, lo conduce a la velocidad correspondiente.
El semáforo se pone en rojo; el conductor se detiene, se saca los lentes y los
limpia. Un bostezo antes del verde y retoma la marcha.
Imagino voces, las de quienes otras
veces inundan la plaza. Las abuelas babosas paseando a los nietos en los carritos.
Los enamorados ignorando a los que los rodean, a puro besos como si estuvieran
en un lugar privado. Algún jubilado rengueando hasta sentarse a la mesa donde
lo espera un amigo.
El chico de la batería, con su
arte sin importarle el rating. Un desubicado tocando bocina porque el de
adelante no se dio cuenta de que el semáforo cambió de color.
Vuelvo al silencio hasta que
la sirena de los bomberos, que no entiende de aislamiento, llama a los
servidores. La vida sigue. Despacito… (Adela)
Añoranzas juveniles
Después de mucho tiempo vuelve al lugar que la vio nacer.
Donde pasó los mejores, extraños y difíciles años de su vida. Bella época de su
niñez y adolescencia, aunque con cierto sabor amargo.
Recorre la finca. Cada árbol es un recuerdo, cada animal
una sonrisa. Llega al montículo de pasto, ¡si hasta parece el mismo que
recuerda! Se recuesta en él y las imágenes comienzan a aparecer, una tras otra.
Sus padres, religiosos hasta la exageración, se dedicaban
a trabajar la tierra y a criar a su numerosa prole; tanta como la vida fértil
de su madre lo permitió. Vestían a la vieja usanza de los primeros cultores de
sus creencias, un ropaje tan antiguo como incómodo.
En secreto, sin el consentimiento de la familia tuvo sus
primeros escarceos amorosos. Producto de una educación estricta y culposa, sin
experiencia y plenamente ingenua el embarazo no tardó en llegar y con él, el
repudio familiar.
No fue fácil sobrevivir, pero lo hizo con la fuerte
convicción de darle a su hijo una vida digna. No se permitió caer en
lamentaciones ni tristezas. Con constancia se sobrepuso al infortunio.
Trabajó, estudió, perseveró y alcanzó cada uno de sus
objetivos.
Retorna renovada, con una mirada piadosa y comprensiva.
Sin rencores ni reclamos.
Los hermanos están desperdigados por el mundo, creando
grupos copiados de la modalidad heredada de generación tras generación. Sus
padres murieron trabajando sin descanso.
Y ella, aquí, tratando de decidir qué hacer con este
sitio que con nostalgia la devuelve a sentires de años que le parecen tan
lejanos. (Alcira)
El destino
en el pincel
A veces,
la vida de las personas está llena de pinceladas que algún artista supremo
esboza y en un lienzo plasma lo que se llama destino.
Así son
nuestras vidas; un cúmulo de pinceladas que a veces tienen trazos gruesos y
otras, trazos finos. Entre unos y otros, está el sentido de la vida.
En los
trazos gruesos se pueden ver cosas que son tangibles y visibles que nos rodean,
nos tocan y que hasta son superfluas (no todas). En los trazos finos hay cosas
que son muy íntimas, muy de lo interior que tal vez no se vean si no se tiene
un ojo entrenado. Todo es cuestión de colores también.
¿Quién no
ha escuchado alguna vez decir: “tiene
una vida gris”, o “tiene un alma negra”, o “su vida es un arcoíris”?
Y vamos
construyendo una vida, un destino que está lleno de trazos gruesos, trazos
finos y una gama de colores que como un cuadro, depara un existir auténtico.
Esos
cuadros son instantáneas de una vida; tu vida, mi vida, nuestras vidas. Y según
los colores que tengan, infieren en la animosidad de cada uno.
El cuadro
de mi vida es el amor, donde los tonos se confunden suavemente; no se ve dónde
termina un color y empieza el otro.
La mirada
de ellos no implica si mi óleo es perfecto. Correr hacia la perfección es una
utopía.
Mi pintura
no es perfecta, pero encaja en mi destino. (Gerónimo)
La decisión
Nélida se tendió sobre el heno. Le vendría bien un
descanso después del arduo trabajo en el establo. Había llegado el día anterior
para gran alegría de sus tíos. La recibieron sin preguntas, respetuosos de la
incertidumbre de su mirada.
Sus tíos criaban caballos de carrera y ella siempre había
disfrutado trabajar con los animales. Desde siempre sus mejores vacaciones
habían sido los veranos en su casa.
Había necesitado agotarse para aquietar la agitación de
su mente. Debía tomar una decisión. Repasó su vida: hija única de amorosos
padres con grandes expectativas. Había seguido los pasos de su progenitor: la
cirugía plástica, y la esperaban en la más que importante clínica que él
dirigía. Hacía poco había celebrado su compromiso con Alejandro, su novio desde
la secundaria, hijo del mejor amigo de su padre. Pero la seguridad que cimentaba
su existencia se había quebrado.
Con Roberto, cirujano plástico, la unía una sólida
amistad desde que estudiaban juntos en la universidad. Pero con el tiempo los
sentimientos habían cambiado, Nélida comprendió que su relación con Alejandro
se debía más a las expectativas familiares que a una emoción profunda. También
se cuestionaba su propósito en la vida. ¿Realmente quería dedicarse a alimentar
la vanidad de quienes no estaban conformes consigo mismos?
Eso le había preguntado Roberto, quien tenía otras ideas
acerca de la profesión que habían elegido. Él pronto partiría con Médicos sin
Fronteras y la había invitado para ir juntos. Pondrían sus conocimientos en
favor de los desamparados en las zonas más necesitadas del mundo.
Nélida dudaba entre el deber familiar firmemente arraigado a lo largo de su vida, la desilusión segura de sus padres, el escándalo que seguiría a la ruptura de su compromiso y seguir sus sentimientos por Roberto y sus ideales. Tenía que tomar una decisión, la más importante de su vida.(Alicia)
Nélida dudaba entre el deber familiar firmemente arraigado a lo largo de su vida, la desilusión segura de sus padres, el escándalo que seguiría a la ruptura de su compromiso y seguir sus sentimientos por Roberto y sus ideales. Tenía que tomar una decisión, la más importante de su vida.(Alicia)
Obras de la muestra de pintura "Cuestión de piel"
Artista Plástica Claudia Furch
Biblioteca Aberdi, 7 de marzo de 2020
Qué maravilla todo lo que puede inspirar una imagen!!! El arte de ver arte y transformarlo en otra obra de arte!!! Felicitaciones!!
ResponderEliminarGuauuuuuu! diría Pancha
ResponderEliminar¡Muchas gracias por los comentarios!
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