Se entregará un millón de pesos a quien me convenza de ser la persona que merece recibirlo.
Haría una casa oculta en un árbol. Quiero saber qué sienten los pájaros cuando nos espían desde las ramas. (Adela)
Lo utilizaría en un fin sumamente humanitario.
Construiría una casa quinta cerca de las sierras. Así, todos los ancianos que viven en soledad, lejos de sus hijos y de sus nietos, podrían tener compañía, disfrutando las comodidades del lugar y la belleza del paisaje.
Organizaría talleres para brindar un espacio de socialización y creatividad. Armaría huertas para los más labriegos; canchas de bochas para los jugadores; juegos de mesa para ejercitar la concentración y memoria; salón de baile para los divertidos y una biblioteca para los lectores.
¡Qué bien les haría a muchos! (Susana)
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Compraría globos de luces, piñatas y unicornios, que como todos sabemos, son azules; pero los pintaría como el arco iris. Con todo eso, en un trineo conducido por Papá Noel, viajaría hasta la vasija de oro para llenarla de chocolates que repartiría entre los soñadores que sueñan en colores. (Alcira)
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Tomaría parte del dinero y compraría una camioneta pequeña, de esas que se conocen como “utilitario”. Yo sería la propietaria, pero la alquilaría por día a los miembros del Taller Literario Punto Seguido, que quieran o necesiten, para hacer pequeños fletes.
Con la otra parte del millón, organizaría bingos o rifas a fin de incrementar la cantidad de dinero, y que otras personas ajenas al taller lo conozcan y también se favorezcan.
Con esos dos emprendimientos lograría un buen ingreso, que utilizaría para el crecimiento del taller y la edición de libros de sus integrantes. (Fabiana)
