Sobre el Taller Literario "Punto Seguido"

Este Taller Literario es coordinado por la escritora Leticia Marconi y tiene lugar en Punta Alta, Prov. de Buenos Aires, Argentina.

viernes, 8 de julio de 2022

Pensamientos


Por las callecitas angostas de la capital lusitana, se cuelan las tristes y suaves melodías de un fado.
Me siento en la terraza de un pintoresco café portugués.
A mi izquierda, la imagen de la fundación que lleva el nombre del Nobel José Saramago. En la misma vereda, el Museo de la Cerveza donde Pessoa -lleno de borrachera- escribía sus poemas por y para su amada. Luego tomaba el tranvía que lo llevaba a su frío refugio.
La gente que pasa me mira asombrada. No me veo. No hay espejos.
Observo mis largas piernas, mis largos brazos. Huesudos mis miembros como el espectro que recorre mi espíritu.
Me doy cuenta de los años que camino por este mundo.
Mi ropa roja desteñida se enciende de fuego. Tal vez presiento que va a quemar mi esqueleto cuando llegue la Parca.
Me toco la cabeza, mis manos temblorosas la cubren. Los finos dedos, de uñas largas y amarillas, ya no acarician la sedosidad de mi pelo escaso. Ahora está falto de hormonas.
Solo este bigote negro tapa mi boca que esconde los pocos dientes que mastican con dificultad.
Recuerdo los manjares sustanciosos llenos de aromas y texturas. Sólidas, apetecibles que devoraba con prisa. Los besos de mi boca en las bocas de parejas circunstanciales. Besos apasionados que recorrían los cuerpos y vibraban el mío.
Amores enloquecedores.
¿Mi edad? No importa. Los ojos los siento vivos. No dejo pasar cada detalle de las personas presurosas; divertidas algunas, otras con el ceño fruncido inmiscuidas en vaya a saber qué.
¡Pensamientos! Difíciles de discriminar en esta sociedad corrupta llena de soledades.
Mis pies, de medida fuera de lo común de la gente, están en armonía con mi desgarbada estructura.
Al lado de mi banqueta está la bicicleta de ruedas grandes, manubrios pequeños y asiento alto.
Se acerca el camarero. Me ofrece un chupito de Ginjina. El licor de cerezas encerrado en una copa de chocolate se desliza por mi garganta y la endulza.
Descubro que los transeúntes vuelven a correr en su loca carrera. Por trabajo unos, otros disfrutan la llovizna de la tarde de su último día de vacaciones.
Desde aquí veo el mar que se pliega en traviesas olas. Una lengua ígnea se esconde y juega el juego de ellas.
Parte de mí desaparece en esa inmensidad.

                       Josefina