Sobre el Taller Literario "Punto Seguido"

Este Taller Literario es coordinado por la escritora Leticia Marconi y tiene lugar en Punta Alta, Prov. de Buenos Aires, Argentina.

miércoles, 20 de abril de 2016

Deceleración: ilusión temporal.

Les comparto las creaciones generadas después de realizar textos con la técnica de   deceleración y el posterior trabajo en grupos.


Una anciana despistada (Susana, Nicolás y Adela)

   La nube de mis ojos empezó a condensar sin rebalsar en las montañas sonrientes de mi cara. Mi corazón dio tumbos como si estuviera siendo atropellado.
   La vi disponiéndose a bajar del ómnibus y mis extremidades se prepararon para el abrazo contenido durante el año de ausencia.
   Un portazo, el ruido seco, violento de la puerta al chocar contra el marco hizo tintinear las ventanillas.
   Nuestras miradas se engancharon como notas y el aire de mi pecho no me alcanzó.
Vos adentro y yo afuera. Dolor, corazón palpitante, estupor, desolación.
   ¡No eras mi nieta!
   ¡Yo siempre tan despistada!



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Una peluquera con un ataque de nervios (Viviana, Norma y Alicia)

   Cerró apurada la puerta de su peluquería. Se sumergió en el río de gente que atestaba la vereda. El inconformismo de la última clienta hizo que se retrasara y las personas que entorpecían su camino aumentaban su nerviosismo. Le parecía que la parada de colectivo se alejaba cada vez más. Ese día le tocaba recoger a sus hijos de la escuela y volver con ellos a la peluquería donde su esposo los iría a buscar. En su camino ciego, chocó con un hombre; apenas se miraron mientras un “disculpe” susurrado cumplió con la cortesía obligada.
   Llegó a la parada. Su nerviosismo creció al ver la cantidad de gente que la precedía. Tomó la tarjeta pero los segundos se le hacían eternos ante la aparente lentitud del pasaje al abordar el micro.
   Cuando se apeó del vehículo, sus hijos estaban esperando. Resuelta esta situación, tomó conciencia de que no había pasado por el baño antes de salir. La urgencia se acentuaba y el nerviosismo también.
   Llegó a la peluquería y la llave sumergida en las profundidades de su cartera se negaba a ser hallada. 
   En el momento que pudo abrir la puerta, un hijo sorprendido dijo:  —¡Mamá, ¿qué le pasa a tu pantalón?!