Para leer sin prisa
Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga Orozco
Tiempos difíciles de rara
soledad
algo complicados, o no.
Hay quienes los aman, y
quienes se aman.
Quienes se aburren
quienes desesperan.
Nuevas comunicaciones, raros
vínculos, otras palabras.
Necesitábamos detenernos a
mirar nuestro entorno,
a mirarnos a nosotros mismos,
a mirar al otro
y no a verlo solamente.
Revalorar y revalorarnos.
Esta nueva época me encuentra
algo anestesiada,
sin grandes proyectos ni
expectativas.
Leo sin prisa, observo,
aguardo, descanso, espero…
Creo y recreo: me permito
equivocarme.
Pienso que tal vez
esta corona
esté buscando nuevos reyes.
(Fabiana)
Para llegar muy lejos
Ahora que
no hay nadie,
pienso que
las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga
Orozco
Seguiremos remando
para alcanzar la orilla.
Si el mar está calmado
lo vamos a intentar,
mas si viene tormenta
juntaremos las manos
y con fe y con plegarias
habremos de esperar.
No todo está perdido,
la tormenta se aleja.
Vemos el arco iris
el sol vuelve a brillar,
planea una gaviota
y un viento ululante,
travieso y altanero,
nos hace despeinar.
Ya estamos en la orilla
podemos descansar.
(Adela)
Retazos
Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga Orozco
Olga Orozco
Retazos, las cuatro paredes.
De los estantes se deslizan
los personajes
de los libros leídos.
Los sillones raídos, los pensamientos seniles.
El crucifijo, ahí, en la cabecera matrimonial.
El amor que fue, se esfuma,
en ti se adormece.
La cáscara de nuez, sobre la mesa
toma impulso.
Las cucharas, remos de tu nostalgia
cruzan océanos, mares
y... las rías.
Subiste a la terraza
las plantas, los pájaros
la luna...
Hoy, muy lejos, retazos de ti.
Ahora que no hay nadie.
Ahora que no hay nadie.
(Josefina)
Utopías
Ciudad donde campean los colores frugales
los pequeños olvidos.
José Emilio Tallarico
Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga Orozco
Olga Orozco
Cree que es un necio buscando utopías;
es su guía aquella estrella que brilla
y su horizonte es una gran quimera.
La ilusión sigue intacta en la distancia,
otrora lejana osadía de escarbar
la osamenta descarnada del alma.
Un hilo de agua que nace en la montaña
sueña con ser un río en la llanura;
un garabato arcaico hecho hace mucho,
despierta en óleo colorido en la pared.
El mar se confunde en la blanca arena;
delira en su salitre atardeceres
de ocres sensaciones y mates de a dos.
La brisa ignora el futuro en huracán;
acaricia dulcemente, arrebata ferozmente.
Es la vida una bolsa llena de utopías,
las quimeras no son lo que antes eran;
ya los deseos pueden más que la razón.
Si se sueña, se puede llegar lejos;
si se razona, tal vez lleguen olvidos.
(Gerónimo)
Contradicción
Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga Orozco
Olga Orozco
Ahora que nadie queda
espero se vayan todos
y que ninguno interceda
si es que encuentra algún
recodo.
Si no, marcaré una raya
para que jamás se acerque,
también una contrarraya
por si alguno no obedece.
Y si abro que entren de a par
porque impar siempre fue yeta.
Si se me da por yapar
tal vez otro por ahí entra.
Carente de más templanza
así me voy despidiendo.
Desconfiando en mi confianza
a todos controvirtiendo.
(Martín)
Ahora que
no hay nadie,
pienso que
las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga Orozco
Olga Orozco
Susana lo recordaba así desde
la secundaria. Elegante, altivo y un poco autoritario. Pero lo justificaba.
Realmente era brillante, de una inteligencia superior. Tal era así que los años
de universidad pasaron como un relámpago. Se graduó con honores y la vida lo siguió favoreciendo en su carrera como renombrado abogado penalista.
Para ella fueron tiempos de
renuncias, pero no lo sentía así por el gran amor y admiración que tenía por
Gustavo. Se casaron. No ejerció como profesora. ¿Para qué?, decía su esposo. Si
él ganaba fortunas. ¿Hijos? Al principio no llegaron. Luego, a él ni se le
pasaba por la cabeza aceptar una adopción o una fertilización in vitro. Así
estaban bien los dos. Uno para el otro. Susana exclusivamente para él, quien
decía amarla con todo su corazón y no deseaba compartirla.
Cada noche, cuando volvía del
estudio, Gustavo pedía un plato distinto. Como buen aficionado a la comida
gourmet, esperaba que fuera preparado por las dedicadas y amantes manos de su
mujer. Así llegaron a probar comidas típicas de lejanos países, mientras que
las tardes de Susana transcurrían en su mundo de ollas, cucharas y sartenes.
Ella amaba lo que hacía porque era una demostración de amor por él. Pero de a
poco la fue llenando un vacío, una desilusión y un pensamiento recurrente: ¿Era
recíproco ese amor? ¿Por qué ella no podía realizarse como profesional o como
madre? ¿Era ella misma o la sombra de su esposo? O peor aún, ¿su cocinera o
solícito valet? Intentó buscarle la vuelta a su inquietud, sin embargo cada día
le iba ganando la melancolía y en su mente se destacaba sólo una palabra:
egoísmo.
Una noche, como todas, dejó
dispuesta la exquisita cena y la mesa prolijamente tendida. Fue al cuarto
matrimonial y tomó sus valijas preparadas de antemano. Antes de salir de su
casa, dejó una escueta esquela sobre el plato de su esposo: “Me voy. Sigo mi
destino. Trabajaré desde mañana como voluntaria en una fundación para niños
huérfanos. Estaré bien. Cuidate. Un beso. Susana”.
(Liliana)
(Liliana)
Juegos infantiles
Ahora que
no hay nadie,
pienso que
las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Olga Orozco
Olga Orozco
En épocas lejanas las niñas jugaban “a la casita”,
soñaban con “ser cómo mamá”.
Si cerramos los ojos, desde más allá del arco iris nos
llegan voces e imágenes de un día cualquiera en la vida de esas chiquillas.
La tarde se presta para jugar en el jardín: sol suave,
sin viento, temperatura ideal como pocas veces en invierno.
Entre todas deciden pensar para qué otra cosa podían
servir sus coquetos jueguitos de té.
—Una taza puede ser una pileta para que se bañen los
pajaritos que nos visitan cada mañana —dice Amalia.
—Los platillos para dejarles miguitas de pan —agrega
Genoveva.
—¡Tenedores para rastrillar el jardín! —grita Zulma.
—El cuchillo para cortar leña para hacer asado —se le ocurre
a Irma, porque su papá usa el asador cada fin de semana.
Por largo rato y mientras la tarde transcurre, las nenas
dejan que su imaginación cobre vuelo.
Agotados todos los temas, continúan jugando a la mancha,
saltan la soga, la rayuela… hasta que sus madres las llaman porque “mañana hay
que levantarse temprano para ir a la escuela”.
Después de la cena, Antonia murmura mientras se baña: “Ahora
que no hay nadie, pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar
muy lejos”. Élida está cerca y escucha, pero no entiende de qué habla su
hermana.
Imágenes y voces se van apagando mientras el arco iris se
desvanece poco a poco, y las estrellas comienzan a brillar.
(Alcira)
C iudad donde campean los colores frugales,
(Alcira)
Mi no regreso
los pequeños olvidos.
José Emilio Tallarico
He llegado a mi antiguo hogar, la ciudad donde pasé toda
mi niñez y gran parte de mi adolescencia. Apenas ha cambiado con los años.
Edificios bajos, arbolado irregular, colores apagados que el sol primaveral no
logra iluminar. Por puro capricho recorro la calle céntrica que sigue igual que
mi recuerdo. Ahí está mi heladería favorita, la tradicional zapatería donde mi
madre compraba mis zapatos escolares, algún que otro negocio nuevo. La gente
transita, mira vidrieras, hace compras. La postal de siempre.
Sigo mi camino hacia la casa de mis parientes; los veo en
la puerta, esperándome sonrientes. Me reciben con calidez; entre saludos y
preguntas se abrevian años de no vernos.
El motivo de mi regreso es el casamiento de mi prima
Luciana. Éramos inseparables; sin embargo, el traslado de mi padre por
cuestiones de trabajo me llevó lejos. Siempre mantuvimos el contacto pero la
distancia cobró su tributo, ya no fuimos confidentes la una de la otra. Por eso
mi sorpresa y alegría al recibir la invitación.
Ahora, en medio de la reunión familiar, no puedo evitar
sentirme un poco ajena; el tiempo no ha transcurrido en vano. Hay nombres que
no conozco, situaciones que no he vivido. No he compartido los hechos
cotidianos que forman la vida.
Y aunque nos hemos mantenido en contacto, siento que les soy lejana. Tan lejana como me sintió la ciudad que fue mi hogar alguna vez. (Alicia)
Y aunque nos hemos mantenido en contacto, siento que les soy lejana. Tan lejana como me sintió la ciudad que fue mi hogar alguna vez. (Alicia)
Muchas gracias por darme un espacio. Se nota que las musas siguen activas, pintan con colores frugales y viajan impulsadas por los remos de la imaginación!!! A continuar creando para disfrutar la lectura!!! Ahora que no hay nadie...Josefina
ResponderEliminarQué bueno que se sumen otras musas. Tu deseo se cumplió Leticia, hay poesía y de manera "opcional"
ResponderEliminarMe encantaron todos! A esperar la nueva consigna!!!
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