Sobre el Taller Literario "Punto Seguido"

Este Taller Literario es coordinado por la escritora Leticia Marconi y tiene lugar en Punta Alta, Prov. de Buenos Aires, Argentina.

sábado, 30 de mayo de 2020

Décima consigna en cuarentena



Yo.
Sí. Yo. La que todo lo sabe. Segura, decidida. Sin escrúpulos para resolver algo incorrecto.
Hoy transito el abismo de esa montaña, entre el hacer y el no hacer.
Pensante en cada segundo de mi accionar.
Busco en todos los rincones. En cada gesto.
En el latir del corazón. Lo escucho con el mismo ritmo de todos los días.
Muevo las piernas. Apoyo los pies con aplomo.
La columna erguida sostiene toda mi estructura.
Parada, ante la nada, descubro el hueco entre el pié derecho y el izquierdo.
Una sensación de vacío irrumpe mi completud.
Es un punto negruzco, maquiavélico.
Una zona oscura, hasta ese momento no me pertenecía.
¡Estoy en problemas! Tendré que continuar mi búsqueda.
Sin ella mi vida no existe.
Levanto la cabeza hacia ese rayo de sol.
La encuentro. Es todo lo que necesitaba.
Ese pedacito de calor me revive.
Aparece nuevamente algo que había perdido: la ternura. (Josefina)



Rutina

Hoy me desperté rara, aun no sé si fue por algún extraño sueño que no recuerdo, por alguna premonición o por qué; pero no tenía ganas ni fuerza para ir a trabajar.
Me duché, desayuné y me vestí rápido, casi sin pensar, pero las ganas de salir hacia el trabajo no aparecían. Miré el calendario, falta muy poco para que termine el año y no me ausenté ni una sola vez. Lo pensé bien, me volví a lavar la cara, y lo decidí: no iría a trabajar y me regalaría el día para mí.
Llamé por teléfono para avisar que no me esperen. Me serví un jugo de naranjas exprimidas; hacía días que deseaba beberlo y nunca tenía diez minutos para prepararlo. Me cambié de ropa. Elegí el pantalón nuevo y las zapatillas de marca (nunca usé esas prendas un día de semana), y salí caminando rumbo a la playa; aún era temprano.
Mirando la inmensidad del mar, me senté en la arena. Disfrutaba el fresco viento bajo el sol. No recordaba haber estado otra mañana de primavera en la playa.
Varias ideas encadenadas empezaron a surgir en mi cabeza, ¡hay tantas cosas que no hice nunca! Y no por nada en especial, sólo por rutina. RU TI NA… ¡qué palabra tan simple y tan maldita! Cuántas cosas se hacen y se dejan de hacer por ella; donde la pensamos, está y ¡cómo nos limita!
Lentamente, la sensación de vacío y soledad con la que me levanté iba desapareciendo. En las primeras horas de la mañana creí que no tenía ganas de trabajar y ahora, que ya está comenzando la tarde, me doy cuenta de que hoy es un día de trabajo muy intenso. No en el lugar de siempre, sino, dentro de mí.
Ya nada será igual. Esta mañana, en la playa, algo nuevo nació y me acompañará para siempre: ¡chau rutina! (Fabiana)


Perdido 

Hoy descubrí que no estabas donde siempre te dejo. Hace días que no te saludo, que no te confieso nada. Están pasando cosas desagradables que no me dejan tiempo para hacer lo que quiero.
Cuando llegaste a mí, cuando te recibí como regalo, la sonrisa sacó las primeras arrugas de mi cara. No sé cómo adivinaron que eras lo que quería, lo que necesitaba.
Te convertiste en mi amigo silencioso, altruista. Nunca sentiste celos de mis otros amigos, al contrario, cuando te hablaba de ellos emanabas un olor a ternura que me emocionaba.
Viajaste conmigo en cada mudanza, fuiste y sos tan importante como mi DNI. No imagino mi vida sin tenerte. Mi vida está en vos. Cuando quiero recordar algo te pregunto y me contestás.
Los años me hacen confundir las fechas pero vos me las soplás para que no haga papelones.
Mi memoria fotográfica, que me ayuda a buscar lo que necesito, ahora me está dejando. Escribo en la computadora y pienso si te cambié de lugar, si te llevé a algún lado y sin querer te olvidé.
Sería imperdonable y el primer indicio de que debo concurrir a algún médico para tratar el tema “olvido”.
Te visualizo y mis estados de ánimo se reflejan adentro tuyo. Si estaba feliz, me acompañabas. Si estaba triste, me contenías. Cualquiera que te haya encontrado puede hacer una radiografía de mi vida.
Me dicen que puedo reemplazarte pero eso es imposible. Los afectos no se reemplazan. Los amigos no se reemplazan; podemos tener nuevos pero los de antes no se van.
Ya es de noche. Me dicen que no piense más, que vaya a acostarme, que tal vez mañana ya estés de vuelta. Y me duermo pensando: mañana… (Adela)



Incertidumbre

Sí. Estoy perdida, pensé. Busqué por aquí y por allá. Mi corazón se encogía a medida que avanzaba la noche. Ya había buscado en el baño, los pasillos y también en el bufet. La fiesta seguía su curso, los novios bailaban en la pista, los invitados comían, y los más pequeños se escondían bajo las mesas redondas jugando a desaparecer. Todos disfrutaban en su justa medida, excepto yo. De pie junto a la entrada del salón, miraba con pena mi cuello, que se reflejaba en el vidrio de la puerta. Mis pensamientos revolucionados volvían a esta mañana, cuando había decidido traerla. Resuelta, salí al parque delantero. El fresco aire de la noche me provocó escalofrío, no llevaba abrigo. Apenas una tenue luz lunar iluminaba la estancia. Recorrí mis pasos y no pude hallarlo. Busqué debajo del banco de madera blanco y detrás de los canteros y macetas. Hasta me aseguré de mirar cada rincón del jardín. ¡¿Qué excusa daría?! Mi espíritu se entristeció… con certeza mi madre se apenará. Regresé al bullicio. La música sonaba muy fuerte. Me senté a la mesa y observé sin ver. Con una copa de champán burbujeante, levanté mi mano y miré al cielo pidiendo perdón. Una lágrima comenzó a caer y la angustia me envolvió. De manera sorpresiva, un mozo tropezó conmigo. Era el momento de la torta. La mesa se tambaleó, los trozos de torta volaron y la botella se derramó completamente. Las diminutas burbujas salpicaron el vestido y parte de mi rostro. Me levanté abrumada y corrí hacia los sanitarios. En la soledad de la habitación, me miré en el espejo. Sentí que esa noche no podría ser peor, y lloré. Mi cuerpo se estremecía con pequeños sollozos, apoyado sobre la pared. De pronto, un golpe y peso frío sobre el empeine del pie me alertaron. Asustada, di una patada al aire y un grito ahogado. Grande fue mi sorpresa cuando bajé la mirada y lo vi. El objeto de mi desesperación durante toda la noche, yacía a mis pies. Nunca entendí que había sucedido. Lo tomé y lo guardé con cariño en el clutch que había llevado. Era el collar de la abuela. (Silvia)



Hombre de bien

Sol aplomado en las sombras del campo. Día cinco de búsqueda y la decepción se hace enemiga del optimismo.
Mi caballo está del otro lado del camino y la ansiedad golpea mi cuerpo. Acaricio mi mandíbula y miro al cielo en una soledad de llanura pampeana que quiebra sin escrúpulos mi piel. Y Grito: ¡¿Por qué a mí?! ¡¿Por qué te repugno?! ¡Maldito Dios del firmamento que rechazas mi espíritu noble de hombre de bien!
En menos de un minuto, nubes grisáceas cubren el cielo en su totalidad y un viento pampero frío y seco me congela. Cuando miro al horizonte, mi caballo, espantado, galopa más allá del horizonte. En tierra de cimarrones no es bueno andar a pie (pienso).
Asustado, corro entre trastabilleos y pedidos de auxilio estériles. Me caigo al pasto y siento un calor homicida en mi espalda. Estoy en un estado de shock que deja saborearse.
Una brisa de azufre peina mi barba e impregna la nariz. La sensación de abismo me acelera la respiración y reaviva la incertidumbre. Veo pasar al abuelo Ramón con mi portafolios de escuela primaria. Improviso gritos mudos terroríficos y las piernas no me responden. Respirar es cada vez más difícil.
Se acerca un hombre con textura de cañamazo y pisada de ultratumba. Mi carácter cerril ha quedado sepultado. Un sentimiento de desierto me confronta con un sinfín de demonios dispuestos a morderme los pies. 
El hombre de cañamazo me acaricia el cuello. Al mirarlo sus dedos tienen mi sangre.
–Ramón, acá está tu nieto. ¡¡Está herido!! –grita.
Ramón se acerca y agacha como puede. Siento el cosquilleo de lágrimas que se hunden en mis áridas mejillas.
–Este mal nacido me asesinó hace cinco días –dice el abuelo–, se quiso quedar con el campo. Piensa que darse un escopetazo en el pecho le dará misericordia. Deja que los cimarrones se hagan cargo de su cuerpo y los demonios de su alma. Es un maldito.
El hombre de cañamazo ayuda al viejo a levantarse y se desvanecen ante mis ojos. Tres hocicos negros babosos tapan el cielo. Siento el ruido de mis carnes desgarradas. Me están comiendo.
 (Martín)



Búsqueda

¡Ay! Doctor, ya sé que siempre volvemos al mismo tema, pero toda mi vida ha girado alrededor de mi búsqueda. ¿Recuerda cuando llegué a su consultorio la primera vez? La ansiedad se había apoderado de mí, tenía ataques de pánico, me sentía encerrada en una cueva oscura.
Usted me hizo entender que yo sentía un vacío en mi existencia, que siempre me había sentido así, como que algo me faltaba. También me hizo reflexionar acerca de mis relaciones. Cómo mi manera de ser no me permitía un acercamiento afectivo a nadie, me percibía incompleta y por lo tanto poco merecedora de amor.
Desde muy pequeña sentí este faltante en mi vida, solía perderme en la casa de mis padres buscando por los rincones. ¿Me entiende? Una vez entré al sótano sin que ellos se dieran cuenta y la puerta se cerró. La cerradura se trabó y cuando se dieron cuenta de dónde estaba, mi padre por poco derriba a hachazos la puerta.
Casi no tuve amigos, todos me consideraban rara. Fui una niña y una adolescente solitaria. Los libros fueron mi refugio, me sentía reconfortada buceando en esos mundos de palabras. La universidad me permitió vivir con cierta seguridad, pensaba que los estudios me preparaban para seguir mi búsqueda.
Me sumergí en la arqueología, fui parte de equipos que estudiaron los restos encontrados en Catamarca. ¿Sabe una cosa? Esos hallazgos me confortaban, me hacían sentir más cerca de aquello que me faltaba en la vida.
Usted seguro recuerda en qué estado llegué a su consulta; reconozco que me ayudó mucho que me hiciera comprender cuál era el motivo de mi ansiedad, pero sé que no estaré restablecida hasta que no encuentre eso que me falta.
¿Qué? ¿Que nunca le dije qué es lo que estoy buscando? ¿La verdad? No lo sé. Se lo diré cuando lo encuentre. (Alicia)


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