Yo.
Sí. Yo. La que todo lo sabe. Segura, decidida. Sin
escrúpulos para resolver algo incorrecto.
Hoy transito el abismo de esa montaña, entre el hacer y
el no hacer.
Pensante en cada segundo de mi accionar.
Busco en todos los rincones. En cada gesto.
En el latir del corazón. Lo escucho con el mismo ritmo de
todos los días.
Muevo las piernas. Apoyo los pies con aplomo.
La columna erguida sostiene toda mi estructura.
Parada, ante la nada, descubro el hueco entre el pié
derecho y el izquierdo.
Una sensación de vacío irrumpe mi completud.
Es un punto negruzco, maquiavélico.
Una zona oscura, hasta ese momento no me pertenecía.
¡Estoy en problemas! Tendré que continuar mi búsqueda.
Sin ella mi vida no existe.
Levanto la cabeza hacia ese rayo de sol.
La encuentro. Es todo lo que necesitaba.
Ese pedacito de calor me revive.
Aparece nuevamente algo que había perdido: la ternura. (Josefina)
Rutina
Hoy me desperté rara, aun no
sé si fue por algún extraño sueño que no recuerdo, por alguna premonición o por
qué; pero no tenía ganas ni fuerza para ir a trabajar.
Me duché, desayuné y me vestí
rápido, casi sin pensar, pero las ganas de salir hacia el trabajo no aparecían.
Miré el calendario, falta muy poco para que termine el año y no me ausenté ni
una sola vez. Lo pensé bien, me volví a lavar la cara, y lo decidí: no iría a
trabajar y me regalaría el día para mí.
Llamé por teléfono para avisar
que no me esperen. Me serví un jugo de naranjas exprimidas; hacía días que deseaba
beberlo y nunca tenía diez minutos para prepararlo. Me cambié de ropa. Elegí el
pantalón nuevo y las zapatillas de marca (nunca usé esas prendas un día de
semana), y salí caminando rumbo a la playa; aún era temprano.
Mirando la inmensidad del mar, me senté en la arena. Disfrutaba el fresco viento bajo el sol. No recordaba
haber estado otra mañana de primavera en la playa.
Varias ideas encadenadas
empezaron a surgir en mi cabeza, ¡hay tantas cosas que no hice nunca! Y no por
nada en especial, sólo por rutina. RU TI NA… ¡qué palabra tan simple y tan
maldita! Cuántas cosas se hacen y se dejan de hacer por ella; donde la
pensamos, está y ¡cómo nos limita!
Lentamente, la sensación de
vacío y soledad con la que me levanté iba desapareciendo. En las primeras horas
de la mañana creí que no tenía ganas de trabajar y ahora, que ya está
comenzando la tarde, me doy cuenta de que hoy es un día de trabajo muy intenso.
No en el lugar de siempre, sino, dentro de mí.
Ya nada será igual. Esta
mañana, en la playa, algo nuevo nació y me acompañará para siempre: ¡chau rutina! (Fabiana)
Perdido
Hoy descubrí que no estabas donde siempre te dejo. Hace
días que no te saludo, que no te confieso nada. Están pasando cosas
desagradables que no me dejan tiempo para hacer lo que quiero.
Cuando llegaste a mí, cuando te recibí como regalo, la
sonrisa sacó las primeras arrugas de mi cara. No sé cómo adivinaron que eras lo
que quería, lo que necesitaba.
Te convertiste en mi amigo silencioso, altruista. Nunca
sentiste celos de mis otros amigos, al contrario, cuando te hablaba de ellos
emanabas un olor a ternura que me emocionaba.
Viajaste conmigo en cada mudanza, fuiste y sos tan
importante como mi DNI. No imagino mi vida sin tenerte. Mi vida está en vos.
Cuando quiero recordar algo te pregunto y me contestás.
Los años me hacen confundir las fechas pero vos me las
soplás para que no haga papelones.
Mi memoria fotográfica, que me ayuda a buscar lo que
necesito, ahora me está dejando. Escribo en la computadora y pienso si te
cambié de lugar, si te llevé a algún lado y sin querer te olvidé.
Sería imperdonable y el primer indicio de que debo
concurrir a algún médico para tratar el tema “olvido”.
Te visualizo y mis estados de ánimo se reflejan adentro
tuyo. Si estaba feliz, me acompañabas. Si estaba triste, me contenías.
Cualquiera que te haya encontrado puede hacer una radiografía de mi vida.
Me dicen que puedo reemplazarte pero eso es imposible.
Los afectos no se reemplazan. Los amigos no se reemplazan; podemos tener nuevos
pero los de antes no se van.
Ya es de noche. Me dicen que no piense más, que vaya a
acostarme, que tal vez mañana ya estés de vuelta. Y me duermo pensando: mañana… (Adela)
Incertidumbre
Sí. Estoy perdida, pensé. Busqué por aquí y por allá. Mi
corazón se encogía a medida que avanzaba la noche. Ya había buscado en el baño,
los pasillos y también en el bufet. La fiesta seguía su curso, los novios
bailaban en la pista, los invitados comían, y los más pequeños se escondían
bajo las mesas redondas jugando a desaparecer. Todos disfrutaban en su justa
medida, excepto yo. De pie junto a la entrada del salón, miraba con pena mi
cuello, que se reflejaba en el vidrio de la puerta. Mis pensamientos
revolucionados volvían a esta mañana, cuando había decidido traerla. Resuelta, salí al parque delantero. El fresco aire de la noche me provocó escalofrío, no
llevaba abrigo. Apenas una tenue luz lunar iluminaba la estancia. Recorrí mis
pasos y no pude hallarlo. Busqué debajo del banco de madera blanco y detrás de
los canteros y macetas. Hasta me aseguré de mirar cada rincón del jardín. ¡¿Qué
excusa daría?! Mi espíritu se entristeció… con certeza mi madre se apenará.
Regresé al bullicio. La música sonaba muy fuerte. Me senté a la mesa y observé
sin ver. Con una copa de champán burbujeante, levanté mi mano y miré al cielo
pidiendo perdón. Una lágrima comenzó a caer y la angustia me envolvió. De
manera sorpresiva, un mozo tropezó conmigo. Era el momento de la torta. La mesa
se tambaleó, los trozos de torta volaron y la botella se derramó completamente.
Las diminutas burbujas salpicaron el vestido y parte de mi rostro. Me levanté
abrumada y corrí hacia los sanitarios. En la soledad de la habitación, me miré
en el espejo. Sentí que esa noche no podría ser peor, y lloré. Mi
cuerpo se estremecía con pequeños sollozos, apoyado sobre la pared. De pronto,
un golpe y peso frío sobre el empeine del pie me alertaron. Asustada, di una
patada al aire y un grito ahogado. Grande fue mi sorpresa cuando bajé la mirada
y lo vi. El objeto de mi desesperación durante toda la noche, yacía a mis pies.
Nunca entendí que había sucedido. Lo tomé y lo guardé con cariño en el clutch
que había llevado. Era el collar de la abuela. (Silvia)
Hombre de bien
Sol aplomado en las sombras
del campo. Día cinco de búsqueda y la decepción se hace enemiga del optimismo.
Mi caballo está del otro lado
del camino y la ansiedad golpea mi cuerpo. Acaricio mi mandíbula y miro al
cielo en una soledad de llanura pampeana que quiebra sin escrúpulos mi piel. Y Grito: ¡¿Por qué a mí?! ¡¿Por qué te
repugno?! ¡Maldito Dios del firmamento que rechazas mi espíritu noble de hombre
de bien!
En menos de un minuto, nubes
grisáceas cubren el cielo en su totalidad y un viento pampero frío y seco me
congela. Cuando miro al horizonte, mi caballo, espantado, galopa más allá del
horizonte. En tierra de cimarrones no es bueno andar a pie (pienso).
Asustado, corro entre
trastabilleos y pedidos de auxilio estériles. Me caigo al pasto y siento un
calor homicida en mi espalda. Estoy en un estado de shock que deja saborearse.
Una brisa de azufre peina mi
barba e impregna la nariz. La sensación de abismo me acelera la respiración
y reaviva la incertidumbre. Veo pasar al abuelo Ramón con mi portafolios de
escuela primaria. Improviso gritos mudos terroríficos y las piernas no me
responden. Respirar es cada vez más difícil.
Se acerca un hombre con
textura de cañamazo y pisada de ultratumba. Mi carácter cerril ha quedado
sepultado. Un sentimiento de desierto me confronta con un sinfín de demonios
dispuestos a morderme los pies.
El hombre de cañamazo me
acaricia el cuello. Al mirarlo sus dedos tienen mi sangre.
–Ramón, acá está tu nieto. ¡¡Está
herido!! –grita.
Ramón se acerca y agacha como
puede. Siento el cosquilleo de lágrimas que se hunden en mis áridas mejillas.
–Este mal nacido me asesinó
hace cinco días –dice el abuelo–, se quiso quedar con el campo. Piensa que darse un escopetazo
en el pecho le dará misericordia. Deja que los cimarrones se hagan cargo de su
cuerpo y los demonios de su alma. Es un maldito.
El hombre de cañamazo ayuda al
viejo a levantarse y se desvanecen ante mis ojos. Tres hocicos negros babosos
tapan el cielo. Siento el ruido de mis carnes desgarradas. Me están comiendo.
(Martín)
Búsqueda
¡Ay! Doctor, ya sé que siempre volvemos al mismo tema,
pero toda mi vida ha girado alrededor de mi búsqueda. ¿Recuerda cuando llegué a
su consultorio la primera vez? La ansiedad se había apoderado de mí, tenía
ataques de pánico, me sentía encerrada en una cueva oscura.
Usted me hizo entender que yo sentía un vacío en mi
existencia, que siempre me había sentido así, como que algo me faltaba. También
me hizo reflexionar acerca de mis relaciones. Cómo mi manera de ser no me
permitía un acercamiento afectivo a nadie, me percibía incompleta y por lo
tanto poco merecedora de amor.
Desde muy pequeña sentí este faltante en mi vida, solía
perderme en la casa de mis padres buscando por los rincones. ¿Me entiende? Una
vez entré al sótano sin que ellos se dieran cuenta y la puerta se cerró. La
cerradura se trabó y cuando se dieron cuenta de dónde estaba, mi padre por poco
derriba a hachazos la puerta.
Casi no tuve amigos, todos me consideraban rara. Fui una
niña y una adolescente solitaria. Los libros fueron mi refugio, me sentía
reconfortada buceando en esos mundos de palabras. La universidad me permitió
vivir con cierta seguridad, pensaba que los estudios me preparaban para seguir
mi búsqueda.
Me sumergí en la arqueología, fui parte de equipos que
estudiaron los restos encontrados en Catamarca. ¿Sabe una cosa? Esos hallazgos
me confortaban, me hacían sentir más cerca de aquello que me faltaba en la
vida.
Usted seguro recuerda en qué estado llegué a su consulta;
reconozco que me ayudó mucho que me hiciera comprender cuál era el motivo de mi
ansiedad, pero sé que no estaré restablecida hasta que no encuentre eso que me
falta.
¿Qué? ¿Que nunca le dije qué es lo que estoy buscando? ¿La verdad? No lo sé. Se lo diré cuando lo encuentre. (Alicia)
¿Qué? ¿Que nunca le dije qué es lo que estoy buscando? ¿La verdad? No lo sé. Se lo diré cuando lo encuentre. (Alicia)
Muy buenos trabajos!
ResponderEliminarcuentos en cuarentena! qué lindo escribir!
ResponderEliminarQue lindas historias !
ResponderEliminarMartín, no esperaba otra cosa de vos, lo leo y me da escalofríos!
ResponderEliminarTodos muy ingeniosos. Sigan así!
Muy ingeniosos todos!
ResponderEliminar¡Muchas gracias por los comentarios! 🤗
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