Sobre el Taller Literario "Punto Seguido"

Este Taller Literario es coordinado por la escritora Leticia Marconi y tiene lugar en Punta Alta, Prov. de Buenos Aires, Argentina.

sábado, 6 de junio de 2020

Decimoprimera consigna en cuarentena

Cosas extrañas suceden

Se podía ver el brillo desde la planta baja. Algo extraño trasladaba el helicóptero que intentaba aterrizar en la terraza del edificio. Los dos policías apostados en el recibidor corrieron para tomar el ascensor. En segundos llegaron al piso 21. Continuaron su carrera por las escaleras y de un empujón, abrieron la puerta de chapa que les dio paso al exterior. Un aire arremolinado entorpeció sus movimientos. El sol de media tarde les impedía ver con claridad la insignia de la aeronave que disminuía con lentitud el sonido del motor. De pronto, bajó...



Silvia ↴

De pronto, bajó un individuo vestido de azul. Llevaba una conservadora pequeña y blanca. Corriendo, se acercó a los policías que le indicaron el camino y con una seña se despidió del helicóptero. Con paso pausado pero seguro el hombre de azul avanzó hacia la puerta de ingreso al edificio, escoltado por los uniformados. Tomó el ascensor y comenzó a relajarse, el día había transcurrido entre horas de tensión. Mientras descendía, contaba los pisos como a ovejas en una noche de insomnio. El elevador se detuvo. Las puertas se deslizaron e indicaron el momento de bajar. Un despliegue de aparatos y personas en el piso, lo esperaban. Había llegado el momento, luego del extenso operativo. El viaje apresurado valió la pena. Entregó la conservadora a una enfermera y los médicos iniciaron su labor. Su trabajo había concluido.
Los familiares del paciente esperan ansiosos en la sala, y una plegaria al cielo se escucha murmurar.


Alcira↴ 

De pronto, bajó un hombre imponente, de fuerte complexión física. Vestía de negro, llevaba un maletín rojo. Detrás de él, descendieron cuatro individuos de porte semejante, trasladando una especie de camilla. Bajo la lona amarilla y roja que la cubría con fuertes amarres, se adivinaba un bulto que pugnaba por asomarse.
Desde una terraza cercana los observaba con mi telescopio. La nave desapareció tras las nubes plomizas que asomaban en el horizonte. Los sujetos y su cargamento entraron al montacargas de servicio. Por los amplios ventanales del inmueble los vi ingresar a la habitación 13, del piso 13. Los policías montaban guardia en el pasillo. 
¿Quiénes eran? ¿Qué trasladaban? ¿Qué sucedió en ese cuarto?... 
Preguntas que me acompañan hasta hoy, cuando ya nada parece lo mismo. 


Martín↴

De pronto, bajó una persona por una cuerda a través de la técnica de descenso vertical. Los dos policías se agazaparon detrás de una salida de aire. Cuando se asomaron vieron a un hombre calvo, con un ojo de serpiente tatuado en medio de la frente, uñas largas pintadas de rojo, descalzo y con una túnica ambarina con líneas y puntos rojos desprolijos.
Al incorporarse, este excéntrico personaje con rasgos semejantes a un monje tibetano  los llamó con el dedo índice, mientras emitía ondas de infrasonido inaudibles, pero aterrorizantes. Los agentes de la fuerza policial se le acercaron paso a paso, lánguidamente, con los ojos abiertos y gestos de dolor, hipnotizados. Pararon frente a él.
El hombre los miró y con un gesto de palmas hacia abajo les pidió que se arrodillaran. Luego, con un cabeceo, llamó a dos personas que estaban en el helicóptero, de características semejantes a él pero más jóvenes. Estos no bajaron por una cuerda, saltaron con habilidad animal y se colocaron detrás de los policías, como esperando una orden.
Esta especie de anacoreta inhaló y exhaló tres veces, tragó saliva, miró al cielo y con las manos elevadas dijo: ¡desprended del mal a estas creaciones humanas, purificad su corazón y  alma para que se acerquen a ti, Dios del universo!
Los hombres que oficiaban de ujieres pusieron una mano en el mentón de cada policía dejándoles la garganta a merced de su suerte. El monje se acercó. Con admirable sincronismo movió ambas manos y clavó sus uñas en las carótidas de estos hechizados corderos de sacrificio, que con rugidos de asfixia emitían estériles pedidos de auxilio.
La sangre pintó la prenda ambarina de este hombre de Dios que oficiaba de verdugo. Los discípulos tiraron los cuerpos inertes a un costado y con sus lenguas recogieron sangre y pintaron las uñas de su señor.
Los tres volvieron al helicóptero; el carnicero espiritual delante y los otros dos detrás, custodiando sus pasos. Antes de subirse, besó la insignia pegada en la nave: una serpiente con la boca abierta y las letras “PEQL”.
Desde ese día, las autoridades locales a cargo del Comisario Fontanarrosa, trabajan para resolver el doble crimen y descifrar la enigmática placa.


Adela↴

De pronto, bajó una niña vestida de plateado. En el cabello lucía una vincha con estrellas luminosas. En su cuello, un camafeo destilaba una luz de arcoíris.
Caminó con lentitud, se acercó a los policías que se habían paralizado al verla. Sus labios pronunciaron una frase ininteligible. Repitió la frase y ante la mirada azorada de los uniformados comenzó a mover sus manos. El silencio invadía el lugar; el motor de la aeronave ya había callado su voz. El miedo que hacía unos instantes habitaba el espacio, desapareció. La voz relajada de uno de los policías, traducía lo que la pasajera había dicho: “Vengo de otra galaxia, traigo la esperanza de que lo que están viviendo va a dejar de ser una pesadilla muy pronto. Sean pacientes”
Sonrieron los tres, dos manos terrestres y una de otra galaxia se juntaron y luego se separaron. Los motores de la nave se activaron y cuando la mensajera estuvo en ella, partió como había venido, trasladada por algo extraño.


Fabiana↴ 

De pronto, bajó una mujer. Sus prendas de vestir cubrían todo su cuerpo, y la cabeza. Apenas pudieron ver su impactante rostro: piel trigueña, grandes y verdes ojos.  Tenía apariencia de extranjera, sacada de un libro de cuentos.
Detrás de ella descendió otra mujer igual de llamativa, pero con ojos color café. Caminaba con paso firme y seguro. Podía ser su asistente, amiga, pareja o secretaria. Las dos juntas eran una imagen difícil de olvidar para cualquier latino. Los agentes quisieron detener su marcha, sin embargo ellas ignoraron la voz de alto y continuaron con rapidez hacia el ascensor donde se perdieron. El piloto se acercó a los policías, ofició de intérprete y los entretuvo. Sin dar información significativa sobre ellas, ofreció su documentación personal y la de la aeronave. Minutos después despegó.
Los uniformados emprendieron la búsqueda de las mujeres. Un dulce perfume a vainilla e incienso que perduraba en el ascensor les proporcionaba una ligera pista. Recorrieron varios pisos y pasillos valiéndose sólo por el olfato para encontrarlas, sin éxito. Preguntaron a varias personas; nadie las había visto.
El lujoso edificio estaba integrado por cuarenta y dos departamentos, de los cuales treinta eran de alquiler temporario. El movimiento de personas era intenso durante las veinticuatro horas del día, lo que dificultaba la búsqueda. En un momento, se preguntaron qué y a quienes buscaban. Las mujeres no estaban acusadas de ningún delito. Ellos sólo podrían identificarlas y ese dato no aportaría nada relevante. Ambos tenían una vaga idea de que en Medio Oriente usan esas prendas largas y oscuras que cubren todo el cuerpo, y que allí el rol de la mujer es muy diferente al de nuestra cultura, que no es habitual que se desplacen libremente sin la presencia de hombres. Solo su intuición les decía que había algo extraño.
Las horas de trabajo que restaban, las pasaron en la planta baja, observando las cámaras de seguridad y los movimientos del ascensor, pero sin rastros de las Scheherezades, como empezaron a llamarlas. La jornada llegaba al final, habían pasado cinco horas desde el aterrizaje y no sabían nada más que eso. Al llegar sus relevos, les contaron lo sucedido. Muy lejos de preocupar a los recién llegados, sólo recibieron bromas y chistes.
Dos días después, cuando volvieron al trabajo y se reencontraron con los otros policías, comentaron el único rumor llamativo que rondaba el edificio: allí se estaban alojando Shakira y Beyonce, quienes simulaban ser ancianas cuando iban de paseo y que, al momento de salir hacia el show, se vestían de payasos.


Gerónimo↴

De pronto, bajaron a esa cosa extraña para muchos, pero conocida para muy pocos.
Una semana antes, en los campos de los Lóbez-Marchione, la Sociedad Espacial de Búsqueda de Vida Extra Terrestre (SEBVET), una empresa privada donde los descendientes de los LM tienen acciones corporativas, tuvo el primer contacto con seres de otro planeta de manera muy particular:
Era un día soleado; un robot estaba haciendo sus tareas programadas de rutina y de repente, un rayo lo tiró hacia el estanque de agua. Mojado, al salir, empezó a convulsionar. La alarma sonó en la sala de control ante esta situación.
Los patroles (grupo humano contratado para seguridad), llegaron rápidamente al lugar y consiguieron atraparlo con una red hecha de acero y carbono, y lo apagaron.
En la sala de ajuste y programación lo secaron y luego lo conectaron para hacerle los reajustes necesarios para que continúe en funcionamiento. Sin embargo, el robot comenzó a emitir sonidos extraños, como un lenguaje diferente a los conocidos hasta ese momento.
En la base de datos de idiomas cotejaron ese lenguaje. No encontraron coincidencia alguna. La máquina seguía hablando en su lengua propia hasta que en un determinado momento logró articular la palabra “contacto”, que luego repetía en forma continua. Después de aproximadamente una hora, consiguió decir “espacial”. Escuchar monótonamente “contacto… espacial” cansaba. A partir de la tercera hora, agregaba una palabra más de nuestro idioma hasta que en menos de cinco horas, ya hacía oraciones comprensibles que sorprendían a los técnicos. Con total hermetismo, fue trasladado al edificio de la SEBVET, donde la NASA, la ESS (Sociedad Espacial Europea) y otros organismos espaciales, enviaron científicos y expertos en semiología y lenguas para estudiar el fenómeno.
Así, la raza humana logró el primer contacto con alienígenas a través de un simple robot de campo alcanzado por un rayo. (Julio, 2063)



Josefina↴

De pronto, bajó un hombre de contextura atlética. Anteojos oscuros, sombrero negro y traje del mismo color. Zapatos plateados y la camisa que asomaba por el escote del saco en ve, hacía juego con el calzado. No llevaba corbata. Un collar de brillantes, ajustado a su cuello, enceguecía aún más la visión de los dos agentes.
Sacaron sus pistolas, pero una fuerza irreverente les impedía actuar.
El enigmático personaje llevaba las manos enguantadas. Una apoyada en un bastón, y en la otra pendía un ataché. Éste se abrió. Se desprendieron haces multicolores, aplausos, globos y la música de John Lennon, Imagine, se oyó en todo el espacio. Una atmósfera sublime los envolvió.
Enfundaron sus armas, se abrazaron.
El aire tenía un olor nuevo.
La extraña carga fue el anuncio de un nuevo comienzo.


Alicia↴

De pronto, bajaron un hombre y una mujer vestidos con uniformes negros, portando armas largas. Un tercer hombre, también de negro, llevaba lo que parecía una mochila y el helicóptero, como un monstruoso insecto, ascendió y se perdió en un cielo límpido.
Los policías escoltaron en silencio al trío hasta el piso 18. Previamente, el edificio había sido evacuado. Las fuerzas de seguridad habían establecido un cordón de varias cuadras que mantenían alejados a los curiosos y a los periodistas.
En todos los noticieros se informaba del peligroso escape de gas que había obligado a desalojar el inmueble. Ávidos reporteros interrogaban a los confundidos residentes, quienes poco podían decir ya que la única información que podían aportar era que habían sido urgidos a abandonar sus departamentos por el inminente peligro de una explosión.
En el interior del edificio la situación era mucho más peligrosa de lo que las noticias transmitían. En el piso 18 había sido detenido un conocido terrorista internacional. Gracias a la labor de los servicios de inteligencia, su arresto fue silencioso, sin que los vecinos lo notaran. Pero, oculta en un armario, encontraron una poderosa bomba. Entre los recién llegados estaba el experto en explosivos quien, después de un arduo trabajo, logró la desactivación.
Nada de esto trascendió en los medios; para el público toda la movilización se debió a una pérdida de gas que fue detectada a tiempo para evitar una catástrofe. El edificio estaría desalojado hasta que el problema fuera solucionado y los residentes pudieran volver a sus domicilios.

Durante varios días los noticieros seguirían el tema con entrevistas a los ofuscados inquilinos, quienes se quejarían acerca del manejo del incidente por parte de las autoridades, las molestias sufridas por la emergencia y nadie conocería el acto de heroísmo llevado a cabo por ese grupo de valientes. Guardianes de la sociedad que la custodian en la guerra subterránea contra los fanáticos.

1 comentario:

  1. No sé quién venía en el helicóptero pero como me gustaría dar una vueltita con él. Gracias Leticia por hacerme soñar un ratito!

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