El baúl que guarda el tesoro
Desde la
pequeña ventana de mi rincón preferido veo el patio de mi casa. Conozco de
memoria cada centímetro de ese espacio, sé todo lo que hay y cómo llegó hasta
allí. Desde la grande, veo la calle, que es como una proyección del futuro: no
sé qué es lo que voy a encontrar, ni cómo llegó, ni quien lo puso. En el medio
de ambos está mi lugarcito que siempre huele a lavandas o a jazmines; a veces
crecen naturales en una pequeña maceta. Si no es época, emana de la esencia con
que mojo la lámpara de sal. Creo que esos aromas dan calidez al ambiente y
tranquilizan mi alma.
Depende la
estación del año, abrazan mi cuerpo varias horas durante el día la mecedora con
almohadones de textura suave frente al hogar con leños, o la hamaca paraguaya
muy cerquita del aire acondicionado.
En la
notebook suelen acompañarme: Joaquín Sabina, Charly García, Ricardo Arjona, los
clásicos lentos en inglés, el recién descubierto Pepino Gagliardi, o a quien
mis oídos tengan ganas de recibir, casi siempre voces masculinas. Y desde el
fondo, el agua que cae de la cascada artificial.
Sobre la
mesita del rincón siempre hay algo para comer y beber: queso, jugos de futa y
café durante el día; chocolate, vino y café durante la noche. Mi matrimonio con
el café es muy conocido, somos una pareja firme y fiel.
Las paredes
blancas están casi desnudas, un espejo grande con marco de hierro y una
biblioteca mediana desbordante de libros y cuadernos, son la única vestimenta. Me
gusta la simplicidad del lugar, me invita a permanecer y crear; con adornos
sentiría que ya todo está listo y no hay mucho más para aportar. No hay reloj,
la notebook suele dar una idea de la hora y el sol la certeza. Excepto por la
necesidad del baño, puedo permanecer días allí con todo lo necesario para
sobrevivir.
A un lado, cerca
de una de las paredes, se luce una mesa alta con un par de banquetas que
invitan a una charla intima. La llamo “la mesa de las confesiones” porque con el
tiempo me di cuenta de que cualquier persona que se sienta a ella acoda su
brazo, sostiene la cabeza con la mano y comienza a contar intimidades, a hablar
de sus preocupaciones, de sus sueños. Es raro, pero mis allegados también la
llaman así, y en vez de temerle ¡la aman!
Pese a que
es un lugar muy íntimo y pequeño, siempre hay tazas y copas para compartir una
charla. Te va a gustar. (Fabiana)
Lo que hace la cuarentena
One table,
one chair, one bed and only one window.
¿Qué te
pasa, Lola? ¿Desde cuándo hablás Inglés?
¡Dios!, ¡lo que hace el encierro!
La
coordinadora nos pidió que habláramos de nuestro lugar preferido y enloquecí.
¡Sí! Ese es el lugar, mi lugar preferido.
Ahí me
siento YO. No necesito nada más. No me importa estar encerrada, ahí tengo todo:
una mesa con la notebook; una taza con café y algunas galletitas; una silla
alta con respaldo cómodo; una cama para recostarme cuando mis glúteos me dicen
¡pará un poco, loca! y una ventana con muuuucha luz.
La única que
puede acompañarme es mi musa (confieso que a ella le debo las palabras que
escribo). Bueno, hoy también dejé entrar a mi amiga Lamoni.
El decorado:
un tapiz con un Sagrado Corazón, un rosario, muchos peluches, estantes con
adornos, un graffiti en la pared (no les digo lo que dice porque no quiero que
la dueña del lugar se entere que lo usurpé), un espejo y un tele que no prendo.
Desde la
ventana veo la plaza y sé cuándo mi mascota quiere entrar. Ella tiene piedra
libre para salir cuando quiere.
El café está
más sabroso que otras veces, las galletitas craquean, a la silla le agradezco
porque no me duele la espalda aunque hace tiempo que estoy sentada; pero, a la
cama no la miro, no la miro, no la miro… Me llama y la ignoro. Ya sé lo que
pasa si le hago caso. Se me caen las manos, la pantalla de la compu se
oscurece, por la ventana no entra luz, la silla siente que ya nada le pesa, zzzZZ, ¡qué floja soy! ¿Entienden por qué es mi
lugar preferido? (Adela)
Íntimo
El lugar que prefiero de mi casa es donde me encuentro más tranquila, donde me desentiendo del bombardeo de demandas familiares. Es el más fresco y limpio de toda la casa y a la vez donde puedo dejar mi mugre, lo peor de mi misma.
Íntimo
El lugar que prefiero de mi casa es donde me encuentro más tranquila, donde me desentiendo del bombardeo de demandas familiares. Es el más fresco y limpio de toda la casa y a la vez donde puedo dejar mi mugre, lo peor de mi misma.
Como hay un espejo puedo hablarme sinceramente, sin temor a ser
escuchada ni interrumpida. Puedo insultarme cruelmente, darme ánimos o mirarme
con dulzura en total intimidad. Aunque lo describa con los más bellos detalles,
dudo que te despierten deseos de conocerlo; hablar de él remite a imágenes poco
atractivas.
A veces me encierro
allí solo para estar sola. Para mí, es el sitio donde, una vez cerrada la puerta, todo lo demás no existe.
Amo mi baño. (Viviana)
Mi mundo aparte
Desde muy temprano en la mañana
preparo el mate, busco las galletitas en la alacena y me siento en la silla que
combina con la pared de la cocina. Comienzo a escribir. Concentrada en cómo los
futuros docentes de cualquier área podemos hacer las clases virtuales
entretenidas, mi cocina con azulejos rosas y paredes celestes me inspiran.
Pienso en nuevas ideas para trabajar con mis alumnos. Se me ocurre que podrían aprender
los diferentes tipos de textos utilizando avioncitos pintados con lápices rosa
y celeste… o incorporar, tal vez, amarillo,
rojo y azul.
Aquí también me gusta leer
libros; descubro que en la novela " cenizas del pasado" muchas de sus
escenas ocurren en esta parte de la casa.
Cuando llega la noche, disfruto
la rica cena familiar. Luego, mi imaginación sigue activa para que, al día
siguiente, pueda volver a sentarme en esa misma silla a crear espacios con
diferentes contenidos, continuar leyendo la novela y compartir, como de
costumbre, una exquisita cena. (Yamila)
Mi rincón (obligado) favorito
Estoy en el comedor de mi casa, bancando esta cuarentena
que ya se torna tediosa. En el centro de nuestro dulce hogar está la tele,
ventana que nos entretiene, mostrándonos un mundo al que no podemos sumarnos.
También aquí tenemos una máquina para caminar; hacer ejercicio mientras miramos
tele nos libera, un poco, del forzado sedentarismo.
Para variar actualizamos una bicicleta que habíamos
adaptado para hacerla fija hace tiempo. La instalamos también en el comedor; si
nos duelen los pies de tanto caminar, pedaleamos hasta que nos duela el… En
fin, hay que ejercitarse.
Transformado en oficina, computadora mediante, es el
lugar donde pagamos los servicios, evitando esas colas que indignan en la tele.
Por suerte, nos aggiornamos con el uso de la tecnología para todo tipo de
trámites, y también, por qué no, para entretenimiento. Aunque soy bastante
inútil para bajar películas.
Cuando lo audiovisual no basta, en lo personal, recurro a
lo manual y mi comedor se transforma en un taller de “hazlo tú misma”.
Tal vez no sea el lugar más alegre, mejor decorado o más
soleado; pero es nuestro rincón “pasacuarenrena”. (Alicia)
Hoy, que las circunstancias nos obligan a permanecer dentro de casa,
quisimos compartir con ustedes el espacio preferido de nuestros hogares.
las musas en cuarentena están cada vez más inspiradas
ResponderEliminarFelicitaciones , cuanta inspiracion!
ResponderEliminarLos leo y estoy practicando bastante!
Saludos!