Sobre el Taller Literario "Punto Seguido"

Este Taller Literario es coordinado por la escritora Leticia Marconi y tiene lugar en Punta Alta, Prov. de Buenos Aires, Argentina.

domingo, 28 de noviembre de 2021

¿Qué será?

 

¿Lo perdiste?

Termino de lavar los platos y barro el patio. Ahora tengo una escoba nuevita, la traje del almacén, tiene el cabo livianito y da gusto usarla.
El patio no tiene baldosas, pero el empedrado está muy bueno y no me da mucho trabajo. Mientras barro escucho en LU2 un programa de tango y pasodobles y bailo con la escoba. Me encanta bailar, nos encanta bailar. A mi esposo y a mí. Cuando éramos jóvenes, los fines de semana, íbamos a la Sociedad Argentina donde tocaban orquestas típicas. Ahora bailamos en las fiestas. Salimos mucho y si no hay salida, organizamos algo en casa. Siempre hay un motivo para festejar.
Los dos vinimos de la España de la pandereta y la sangre tira.
Hay muchas hojas, porque tenemos varios árboles, y un poco de tierra; el viento siempre nos da tarea a las barredoras.
¿Qué pasa? Algo se enganchó en una de las pajitas de la escoba. ¡Un alambrecito como de cobre! ¿Será el que le puso la doctora a la nena el otro día?
La nena se está cuidando, dice que por ahora están bien, que más adelante…
Cuando venga del trabajo le pregunto.
Suena el teléfono. ¡Esperáme, escoba mía, después seguimos con el baile!
—Mamá, llego más tarde, me quedo un ratito más en el trabajo.
—Nena, ¿vos no perdiste eso que te puso la doctora el otro día?
—¿Qué? Ja, ja, ja. No, mamá, no perdí nada. Quedáte tranquila.
Por las dudas lo guardo, tiene todas las características que me dijo la nena: forma de mariposa,
chiquito, un alambrecito como de cobre.
¡Ya volví! Sigamos con el pasodoble.
Yo creo que es de la nena, en mi época no existían estas cosas, si no querías le pedías a tu marido que se pusiera algo o vos tomabas una pastilla. Yo pastillas nunca tomé porque tengo el estómago flojo. Si huelo nafta me hace mal. El olor a cera me hace mal. Un tarado mi estómago.
Mejor lo guardo y cuando viene la nena le pregunto. Si no es de la nena, ¿qué es? (Adela)


Condenado al olvido


Lo encontré de casualidad, en el fondo de un cajón. Se trataba de un objeto circular de unos tres centímetros de diámetro que tenía adosada una cadena con eslabones medianos. Una extraña cajita de un material labrado metalizado, probablemente de plata o acero, que por su aspecto parecía muy antiguo.
Lo apoyé en la palma de mi mano para observarlo detenidamente y noté que entraba justo en el huequito carnoso. En ese momento descubrí la pequeña perilla. Una especie de botón. No pude contenerme y lo presioné suavemente. ¡Y entonces sucedió! El objeto circular se abrió y se dividió en dos partes iguales. Una de ellas cóncava y la otra plana. Esta última con una fina cubierta transparente y protegida por un aro o borde también metalizado. Debajo, tres pequeñas agujas de metal de tamaños distintos que apuntaban hacia los bordes. Dos de ellas fijas mientras que la más fina giraba en sentido circular y recorría los números del uno al doce dispuestos alrededor.
El objeto emitía un sonido casi imperceptible. Lo acerqué al oído para reconocerlo y pude identificar un tic-toc intermitente. Un sonido familiar. Alguna vez lo había escuchado, pero no recordaba cuándo ni dónde. Me incomodó como si estuviera haciendo algo incorrecto, como si estuviese a punto de invadir un territorio privado. Dejé el objeto donde lo había encontrado. Cerré el cajón y salí corriendo de la habitación. (Analía)



Lagos y lagunas

No sé qué relación tienen las caminatas con las lagunas mentales que padezco. Lo cierto es que el especialista me recomendó caminar “con la fresca”, para relajarme de las tensiones diarias.
Y aquí estoy, en el parque más arbolado de la ciudad. Es hermoso, limpio, pero nunca falta el desaprensivo que tira residuos.
Veo colchones, prendas de vestir y algo más que me llama la atención y no logro denominar.
Son dos objetos parecidos, de distintos tamaños. Uno rojo, otro azul. El de aquí tiene algo que alguna vez fue cilíndrico, el de allá no tiene nada. Este es con cables, aquel con un asiento bastante deteriorado.
Me detengo a observarlos y trato de recordar sus nombres. Estoy seguro de que en mi niñez tuve algo similar.
No hay manera, parece que caminar hace que la laguna se convierta en lago.
Continúo mi recorrido, seguiré pensando. (Alcira Elena)



Distracción

¿Qué es esto? No estaba ahí cuando me dormí. En este mundo nuevo uno no gana para sustos. Pensar que yo estaba lo más calentito, flotando alegre y seguro y de repente, algo me impulsó. Por más que intenté, una fuerza extraña me expulsó de mi refugio y me encontré en un lugar muy iluminado lleno de seres verdes. Uno de ellos gritó: “Es un varón”. Después supe que el tal varón era yo.
Me acercaron a uno de estos seres al que reconocí de inmediato, hacía el mismo sonido que yo escuchaba siempre cuando estaba en mi refugio. Su nombre era “mamá”, y venía con un “papá” adicionado. Ellos me llevaron a “casa”, lo que eso sea.
Allí empecé una nueva vida. Reconozco que es mucho más estimulante que mi etapa anterior. Al principio fue algo caótico, el lugar se llenó de seres que se llamaban “abuelo”, “abuela”, “tíos”, “primos”. Todos me tomaban en brazos y hacían unos sonidos muy raros, también realizaban unos movimientos extraños con los ojos y las bocas. Me llamaban de muchas maneras: “cosita linda”, “monadita”, “pechocho”. Y cuando estiraba mis labios hacían algo como “aaaah, mirá cómo entiende, me sonríe”.
Duermo mucho, siempre tengo sueño. Me ponen en algo que le dicen cuna y ahí descanso. Cuando deseo comida o me siento molesto viene “mamá”, me alimenta y me limpia. A veces me aburro y la llamo, ella acude presurosa y me alza. Eso me encanta.
Pero hoy me encuentro con esta novedad, eso que está sobre mi cabeza. No entiendo cómo flota en el aire. Veo a mamá que le toca un punto rojo y empieza a dar vueltas mientras emite un sonido muy agradable, y tiene muchos colores. Lo miro con atención, hay un palo que lo sostiene a mi cuna. Entonces no está en el aire. También hay unas varillas que salen de la parte central y tienen un objeto en cada punta.
Parece que estos objetos tienen nombre. “Mamá” dice: “Mirá el elefantito, el patito”, “qué lindo perrito”. Desde donde estoy todos son iguales. El movimiento y el sonido captan mi atención. Me concentro mirando la parte de debajo de los animalitos (los culitos, bah), pero no soy tonto. Me quiere distraer. Por eso preparo mis pulmones en un perentorio llamado. “Mamá” viene, me alza y yo, contento. (Alicia M.)



Redondo, redondo…

Lo ve arriba de una mesa, redondo y reluciente. Sofía apoya su dedito en esa cosa redonda y mira a su abuela.
—¿Me lo regalás? —le dice.
—Te lo presto, pero luego tiene que volver a ser colocado en su lugar.
—Abu, es muy lindo. Lo quiero pegar en mi cochecito de cotillón, que le falta una rueda.
—No, Sofi. El abuelo te fabricará esa ruedita. Este círculo de plástico amarillo lo necesito. Ya te expliqué que debe ser ubicado en su sitio.
Sofía se resiste a desprenderse de él.
—¡Es tan lindo, abuela, parece un sol! Un sol chiquitito que cayó a la tierra… ¿Me contás el cuento del sol?
—Nieta querida, es muy lindo lo que decís. Te narro el cuento, pero no podés llevarte ese objeto.
Sofi insiste con otra propuesta para convencer a su abuela.
—Abu, mirá, en estos dos agujeros le paso un cordón y me queda un lindo collar.
La abuela explica nuevamente que no es posible.
El abuelo fabrica la ruedita faltante al diminuto cochecito de juguete.
Sofía escucha feliz el cuento del sol y pronto olvida ese otro sol amarillo, chiquito con dos agujeros que vuelve a ser ubicado en el lugar correspondiente. (Alicia G.)



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