Sobre el Taller Literario "Punto Seguido"

Este Taller Literario es coordinado por la escritora Leticia Marconi y tiene lugar en Punta Alta, Prov. de Buenos Aires, Argentina.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Vigesimonovena consigna en cuarentena


Unidos somos fuertes

¿Recuperarás el silencio después de la angustia? 
Josefina Blanco Rodríguez 

Los susurros de sueños sueltos en la serenidad de la noche tranquila me mantienen despierto. Los que saben que sus ronquidos como bruscos bramidos retumban en el silencio, se mantienen apartados; para no molestar al resto. Todos duermen, me mantengo alerta, expectante, esperando algo que quizás suceda. ¿Cómo saberlo? 
Los días son angustiantes, estamos acorralados por una invasión que no cesa. Varios dicen que son máquinas; otros, que tal vez sean seres biológicos con armaduras indestructibles. Lo cierto es que están acá y no piensan… ¿piensan? detenerse. 
Llegaron una madrugada calurosa de verano, como turbas nocturnas. Parecían amistosos; ese fue nuestro error. Creer que eran de carácter accesible, resultó una catástrofe que no sabemos solucionar. 
Hoy me toca la segunda guardia, es este momento en que la noche comienza a alejarse y el sol apenas asoma. 
Con el paso del tiempo aprendimos que atacan casi siempre cuando hay sol. ¿Precisarán de su energía para que funcionen sus infernales armas? ¡Nadie entiende nada! Lo único que pudimos aprender es que manteniéndonos juntos somos más fuertes. Nos ocultamos agrupados entre la mayor cantidad posible de personas. 
De todas maneras, nos comunicamos a través de la tecnología, que no fue vulnerada. ¿Les hace falta para sus temibles ataques? 
Pienso en los niños, ¿tendrán un futuro similar a mi pasado? 
Los viejos ya no tienen fuerzas para aguantar. ¿Cuánta vida les queda? 
Los jóvenes no gozan de educación formal; ahora, nos enseñamos entre nosotros a resistir. Los de mediana edad intentamos proteger a unos y otros. ¿Cómo hacerlo si nuestra ignorancia es casi total? 
Lo poco que comprendemos se paga con vidas humanas. La angustia, el miedo, la incertidumbre es generalizada. 
Cuando el silencio llega, trae momentos de cierta calma, que los más optimistas aprovechan para proyectar una buena vida después que esto pase. ¿Sucederá alguna vez? ¿Llegará el momento en que se cansen de nosotros? No lo creo. ¿Por qué vinieron?, algo buscan. ¿O sólo se conforman con arrasarnos? Todos rezamos, intentamos creer que Alguien nos salvará. Soy de los pocos que no espera nada bueno, el que tiene todas las preguntas y ninguna respuesta. (Alcira)


Filosofando

¿Dónde van las estrellas cuando amanece?
Alicia Muñoz

Baltazar regresa a trabajar después de cuatro meses de vacaciones forzadas. Lo que comenzó como un simple esguince se fue complicando hasta llegar a una cirugía. La última vez que salió de su casa a las 6 AM era una fría noche estrellada. Hoy es una mañana soleada, levemente cálida. 
Se sorprende y sonríe. ¡Cómo pasa el tiempo!, ¿me estaré poniendo viejo?, piensa. En un instante pasa por su cabeza el anuario, las estaciones del año y su próximo cumpleaños. Treinta y dos no son tantos, ni tan pocos. 
El camino al trabajo es casi como una terapia psicológica: Autoanálisis, reflexiones, autoevaluaciones, proyectos cumplidos y por cumplir. ¡Qué curioso es el arte de vivir! (había escuchado en algún lugar eso del arte y se siente un artista: un actor). Piensa que cada uno tiene que representar su libreto como puede, pero que no le está permitido modificarlo. 
Algunos de sus amigos de la escuela aún están estudiando o simulan hacerlo; otros van por el tercer hijo, o la quinta pareja. Unos son felices (o dicen serlo), otros no lo son, y los peores, los que están como él… no lo saben. 
Treinta y dos…. Tal vez cumpla sesenta y cuatro… duda llegar a cumplir noventa y seis… ¿Dónde va a parar el tiempo que pasa? ¿Dónde van las estrellas cuando amanece? ¿De dónde provienen los deseos y los pensamientos? 
Sin darse cuenta llega al trabajo, vuelve a sorprenderse y a sonreír. Es así como se le pasa el tiempo sin notarlo: pensando, proyectando, actuando y nunca preguntándose si es feliz. (Fabiana)


El paciente 

¿Dónde quedaron escondidos 
los sentimientos sin expresar? 
Liliana Peters 

Pocos años para tanta experiencia. Eso pensó la psicóloga cuando miró la ficha que había hecho de su paciente. Hacía tiempo que trataba a adolescentes, pero este era distinto. Los otros habían vivido vidas tristes, con muchas falencias, sin familia, sin escuela, sin medios. En este caso esas carencias no se daban. 
El paciente tenía familia, iba a la escuela, el hambre no era un problema. En cada encuentro descubría algo; los relatos que al principio fueron entrecortados, luego se convirtieron en charlas fluidas, pero siempre aparecían los puntos suspensivos. 
En la terapia grupal lo notaba huraño, parecía que deseaba hablar y cuando le daba la palabra enmudecía. 
La licenciada releyó la ficha una y otra vez, quiso leer entrelineas lo que ella mismo había escrito. No encontró nada, aunque también tenía la sensación de que había espacios sin rellenar. 
Buscó en las redes las publicaciones del adolescente. En ellas encontró los mismos vacíos. Las fotos no eran nítidas, los posteos quedaban sin cierre. Tenía pocos contactos y eso era otra preocupación. Pocas fotos familiares, nunca una felicitación por un cumpleaños o por otro evento. En la foto de perfil había una bicicleta y nunca la había cambiado. 
Pensó en preguntarle por sus hobbies en la próxima sesión. Lo anotó en la agenda para no olvidarse. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? 
El fin de semana hizo que se relajara y olvidara a sus pacientes. Caminar la despejaba. 
El lunes a las 16, la secretaria empezó a hacer pasar a los que tenían turno. A la primera ya podía darle el alta. No era un caso complicado y había evolucionado muy bien. El segundo estaba en proceso de recuperación y colaboraba con el tratamiento, y el tercero: él. 
Entró arrastrando la mochila, con los brazos cansados, caminando sin ganas. Se tiró en el sillón y el “buenas tardes” fue un susurro. 
Las preguntas de rutina, las respuestas de rutina y el: “¿cuáles son tus hobbies?”. 
Por primera vez lo vio sonreír. Le quedaba linda la sonrisa, mas la belleza duro poco. La rigidez en el rostro volvió. 
—Contáme. ¿Qué te gusta hacer cuando tenés tiempo libre? 
El silencio inundó el consultorio, pero una voz lo rompió: “rueda la rueda que rueda, rueda y ronca al pasar”. 
—Eso me gusta. Oír el ruido de las ruedas de mi bici. Ahora no la tengo. En casa no me dejan, mis padres temen que me pase algo… ¿Sabe doctora?, tengo pocos amigos. La bici es uno de ellos, ahora la perdí y me falta algo. Esto no se lo conté a nadie. No me entenderían. 
En la ficha del paciente, luego de esa sesión, dos ruedas de bicicleta esperaron el alta. (Adela)


Sueños vanos

¿Te espero en mis sueños? 
Fabiana González 

Pasaron ya tres meses, noventa días cuyas horas y minutos pesan en mi cuerpo como una eternidad. Me dijiste: "No me esperes". Y, sin embargo, te espero. Todavía vibra en mi cuerpo el calor de tus brazos. Arden mis labios al recordar tus labios. 
Te conocí un día de verano, el sol tramposo se ocultó tras una caverna de nubes negras y la lluvia artera sorprendió a quienes estábamos en la calle. Nos refugiamos en un pequeño alero, apenas cabíamos los dos, mientras veíamos a los apurados caminantes dispersarse como bandadas de pájaros, ahuyentados por la piedra de un niño travieso. 
La atracción fue mutua, era como si nos hubiésemos conocido en otra vida. A partir de ese día fuimos inseparables. Estudiabas Arquitectura, muchas veces recorrimos la ciudad buscando los tesoros del paisaje urbano. Yo tenía una beca de Arte, visitábamos juntos los museos maravillándonos ante esas obras geniales. 
Vivíamos el momento, demasiado dichosos para pensar en un mañana que se nos presentaba como algo difuso. Al menos era así para mí. 
Esa tarde te esperaba como siempre, en la plaza cercana a la facultad. La primavera se deshacía en perfumes de frescura. En alguna parte un pájaro me recordó los versos de Lugones: "Trigo nuevo de la trilla/tritura el vidrio del trino". Llegaste corriendo, exultante. Tu proyecto había sido aprobado, no solo eso, te habían propuesto llevarlo a cabo en Alemania. 
Me sentí feliz y orgullosa por vos. No tuve, en ese momento, conciencia de lo que eso significaba. Pero ya tenías todo proyectado, partirías dentro de un mes y yo iría con vos, por supuesto. En tus planes no figuraban mis estudios, la beca que tanto sacrificio me había costado, mi familia. 
Tomaste mis objeciones como ofensas, ni siquiera habías calculado que podría no acompañarte. Discutimos. Te propuse seguirte cuando terminara mis estudios o aguardarte cuando terminaras tu proyecto. Ahí supe que no pensabas volver y me diste un ultimátum. Mi respuesta fue un no. 
Desde que partiste vivo a medias. Mis sentimientos quedaron congelados en tu adiós. Noche tras noche sueño que volvés y nuevamente juntos recuperamos nuestro amor; pero cada mañana despierto con el sabor amargo de la decepción. 
Sé que algún día el dolor disminuirá, poco a poco sanaré y pasarás a ser una etapa superada de mi vida. Hasta entonces, subrepticiamente, invadirás mis sueños en una espera vana. 
(Alicia M.) 


Tu partida

¿Tu alma está desgarrada?
Alcira Dondo 

Subyacen en mi memoria
historias de días,
horas,
minutos.
Otros tiempos:
tiempos sustraídos
de aquellas alegrías compartidas,
ocultas,
escondidas entre palabras.
Imágenes
suben de súbito.
Sudor frío…
Escucho susurros
en los suburbios urbanos.
Subo, suspiro
y sustraigo
tu rostro sombrío
entre los recuerdos
que escapan silenciosamente
de mi alma
desgarrada.


               (Alicia G.)


Latir

¿Mi corazón late al compás del tuyo? 
Alcira Dondo 

Apoyo mi oído en tu pecho
el ronroneo de tus latidos
y el cotorreo de las burbujas
que caen por tu tubo digestivo
buscan las corrientes dormidas.
El despertar de ruidos inconclusos
sin deseos de nuevas expresiones
me llevan a pensar...
¿Palpitamos al mismo compás?
o... ¿esperamos el estallar de otras aventuras?
Sonrojados, atascados en el deseo de zozobrar
en el mar acorazados.
                                   (Josefina)



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