Si bien este movimiento mundial surgió hace mucho tiempo,
en nuestra ciudad hace apenas dos años que se realiza con continuidad y cada
vez con más adeptos.
En esta ocasión, la primavera despertó con una nueva siembra
que tiñó de letras las calles y lugares públicos, dando al paisaje un encanto especial
que ya es un clásico en cada cambio de estación.
Desconocemos quienes cosechan, pero nos gusta imaginar que
el libro-semilla es el vehículo que lleva la palabra justa que alguien necesita,
que despierta emociones dormidas, que alimenta el corazón de un niño…
¡Hasta la próxima siembra!
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