Y allí quedaron, en la silla, los guantes y el gorro que
la protegieron del intenso frío. Llegó, y al sacárselos se acurrucó al lado de
la estufa. Una copa de vino para entrar en calor y para ayudar a olvidar el mal
trago que sufrió en la visita del médico. Toda la esperanza que llevaba se
rompió como una copa en trizas cuando el facultativo le dio el diagnóstico.
Y bueno, es la vida, se dijo. Hay que respirar hondo,
tomar fuerzas, seguir adelante y superar
los obstáculos.
¿Quién puede saber cuál es el final?, se cuestionó. Lo
que vale es disfrutar ahí ese último instante, llegue cuando llegue. (Susana)
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Alguien espera un visitante para llenar esa copa y
convidarle. Sobre la silla, después de un paseo, la gorra y los guantes que no
alcanzó a guardar; con ellos se protegió del frío invernal que azota. Tal vez
el visitante nunca llegue… ¿Quedará la copa vacía? (Norma)
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