Humberto, ciudadano ilustre.
Humberto es un hombre que parece mayor de lo que es.
Alto, delgado, con manos callosas y aspecto desalineado, siempre viste un saco
de paño que hace mucho que no limpia y pantalones grises, de vestir pero
gastados. Usa una gorra de lana, aun cuando no hace mucho frío. Su rostro
arrugado y percudido enmarca unos ojos chispeantes y atentos a todo. Siempre se
lo ve con barba algo crecida como de dos o tres días.
Es amable, le gustan las bromas, cantar viejas canciones
y contar anécdotas; es increíblemente culto, a pesar de su apariencia.
Vive en una ciudad en crecimiento al lado de una playa.
En la pequeña ciudad hay mucha gente durante todo el año. Es un moderno lugar
con muchas plazas y barcitos y sobre la playa un recientemente inaugurado
anfiteatro.
Como Humberto se dedica a la venta ambulante de planchas
de acero para la parrilla, woks y hornillos, siempre conversa con la gente; su
lugar preferido es el anfiteatro donde encuentra muchos clientes.
Una tarde, desde el escenario, una cantante lo invitó a subir.
Disfrutó tanto esa tarde que se podría decir que fue la mejor de su vida. Sus
increíbles historias, no todas ciertas, convirtieron el lugar en un show a
cielo abierto que, sumado a la presencia de su carro y su caballo al que
llamaba Vasito, daban un atractivo especial a la ciudad.
El miércoles próximo, en la sesión del Consejo
Deliberante, tratarán la construcción de un monumento para Humberto y Vasito.
(Fabiana y Viviana)
Vacaciones sureñas
En enero, Florencio Peña planea sus vacaciones en una ciudad sureña donde se jugarán partidos de fútbol y habrá competencias automovilísticas.
Confirma la estadía en un hotel y luego de instalarse, sale a recorrer el lugar. Se hace la noche, el mar está agitado por la tormenta que se avecina. Destellos de relámpagos cruzan el cielo, iluminando el horizonte. En la orilla, el agua enfurecida que llega con violencia en espumosas olas, le moja los pies.
Florencio se asombra ante la vista de un viejo y oxidado barco encallado que lo remonta al pasado y a los cuentos que su abuelo le contaba.
Mientras sonríe, recordando, el sonido del celular lo vuelve a la realidad: "¡Hola, papá! ¿Cómo llegaste?"
(Susana y Adela)
Vacaciones sureñas
En enero, Florencio Peña planea sus vacaciones en una ciudad sureña donde se jugarán partidos de fútbol y habrá competencias automovilísticas.
Confirma la estadía en un hotel y luego de instalarse, sale a recorrer el lugar. Se hace la noche, el mar está agitado por la tormenta que se avecina. Destellos de relámpagos cruzan el cielo, iluminando el horizonte. En la orilla, el agua enfurecida que llega con violencia en espumosas olas, le moja los pies.
Florencio se asombra ante la vista de un viejo y oxidado barco encallado que lo remonta al pasado y a los cuentos que su abuelo le contaba.
Mientras sonríe, recordando, el sonido del celular lo vuelve a la realidad: "¡Hola, papá! ¿Cómo llegaste?"
(Susana y Adela)