La lluvia caía a raudales en la noche oscura
las estrellas jugaban a las escondidas con la luna
aparecían y desaparecían al compás de su luz blanca.
Ojos nocturnos de guiños alegres,
soñadores, cómplices
les daban a los rostros
la blancura de los dioses
y la ferocidad de los animales.
Noche larga, triste, solitaria
pero pronto amaneció
y con el amanecer llegó la luz y la tranquilidad
que apaciguó los ánimos y arrulló el alma.
Bajo la luna - II
En la casa del capataz
la luna no alumbraba
solo estaba presente, frío y cruel
con el látigo del domador.
El animal se acurrucaba y obedecía
los niños gritaban, reían, disfrutaban
como solo los niños podían hacerlo
mientras las madres vigilaban atentas
mientras los días seguían a las noches
mientras la rutina invadía todo.
La ansiedad curaba el dolor
pero la muerte no descansaba.
Autores: Alcira Elena, Adela, Gerónimo, Maite, Alicia M.
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